martes, 21 de septiembre de 2010

mecanica

Las brisas del suroeste en la ria de Muros
El viento del nordeste no es el único viento propicio para navegar a vela durante el verano en la ria de Muros, también el suroeste puede hacer las delicias de un aficionado a la ceñida, rumbo a monte Louro desde la salida de la escollera de Portosin.
Sin embargo es preciso reconocer que el nordeste es mas franco y mas seguro, puesto que con el suroeste hay que esperar a veces roles hacia el oeste y encalmadas en algunas zonas de la ria especialmente en las cercanías del faro Rebordiño con las brisas a la caída de la tarde, o al contrario roles hacia el sur y subidas de intensidad del viento y la entrada de la ola del atlántico con la llegada de los frentes de las borrascas.
Así, efectivamente, el jueves 19 de agosto se entablo a media tarde un fuerza 4 del suroeste que nos pareció insoportable en tierra y nos  empujo a salir a navegar con el “flash” rumbo a monte Louro y con las velas bien cazadas.
A la altura de la ensenada del Esteiro empezamos a notar roles hacia el oeste y relativas bajadas de su intensidad con lo que viramos rumbo a Porto do son y enseguida recuperamos el viento alegre del suroeste, mientras los ya muy grandes pesqueros de Portosin rojos y azules nos cruzaban raudos rumbo a los bancos de sardina mas allá de Corrubedo.
Así haciendo banda, subimos hasta por fuera de la piedra de la filgueira y viramos de nuevo hacia la ensenada de San Francisco. Cuando nos acercamos al faro de Reburdiño desapareció el viento  detrás del monte Louro, nos metimos en un pozo y solo reapareció, ya de regreso, alejándonos de Muros ya con el viento en popa.
En el centro de la ria cogimos el viento por la aleta y planeando llegamos a Portosin después de mas de dos horas desde la partida, ahora con un poco mas de fresquito en el cuerpo.
Ya en la terraza del club náutico mientras un espectáculo de colores amarillos y azules se extendía desde la altura del monte Louro hacia el oeste y las nieblas grises descendían por las laderas empinadas del Tremuzo y la sierra de Barbanza,  podíamos sentir como lentamente desaparecía el placentero suroeste en aquella noche suave del verano de Portosin